/K/RTONES - Abner Recinos "Despierto"


Despierto

Es una tarde fría, la lluvia era escasa pero lograba cubrir toda la cinta asfáltica bajo mis pies.

Suelo ser un hombre bastante friolento, este frío me estaba matando; necesito un café negro para este frío. No me he sentido bien en días, no estoy enfermo, creo que físicamente me encuentro bien.

No sé si es mi imaginación o todo se ha tornado de un color gris, todo ha perdido color. Es sábado y no recuerdo en esta semana ver algún destello del sol, las noches son bastante frías, tampoco recuerdo haber conversado con nadie, la verdad no recuerdo nada ni siquiera de esta mañana.

Voy por mi café; todos los sábados iba a una estación de autoservicio, pedía un café negro y regresaba a casa, pero había algo extraño en este sábado, una voz sintética habla a través del comunicador: «Buena tarde, puedo tomar su orden», se me hizo extraño escuchar una voz así, aun viniendo del comunicador del autoservicio siempre lograba distinguir la voz de una muchacha o muchacho, realmente no tiene importancia. -Un café negro por favor -dije, «Pase a la siguiente ventanilla», contestó de nuevo la voz sintética. De nuevo algo extraño pasaba, no me habían dicho cuánto debía pagar por el café, debió haberse olvidado, caminé hasta la siguiente ventanilla, no había nadie, no había presencia humana en el lugar, solo un café y tres de azúcar en la ventanilla. -¡Hola! -dije, nadie contestó. -¡Hooolaaaaaa! grité a todo pulmón, pero… solo escuché el eco de mi voz. Traté de observar el interior pero no había nadie, de nuevo no quise darle mayor importancia, seguramente solo era una broma.

Tomé mi café, apliqué las tres de azúcar y lo bebí, el primer sorbo me dejó sin aliento, todo se oscureció.

Abro los ojos, estoy de nuevo en mi auto, el café aún está en mi mano y sigue caliente, debo ir a casa, afortunadamente allí me espera mi amada Shadow, mi perrita.

Camino a casa, todo parece tan quieto. Son las 5:30 de la tarde, o al menos eso marca el reloj que está en una de las torres de la ciudad, la llovizna que imperaba sobre el clima no cesó en toda la tarde, esperaba encontrar más tráfico a esta hora, cuando llueve el trafico suele ser más denso, la hora era también un factor importante para que el trafico fuera horrible, pero no, esta vez al parecer no lo era, la calle estaba sumamente quieta. En realidad no me molesta, era mejor, todo el tiempo me quejé del tráfico, era la oportunidad perfecta para disfrutar de las calles.

Decidí desviar mi camino, quería pasar por la plaza más concurrida de la ciudad, estaba seguro de que no podía estar solo; o quizá sí, empezaba a temer, pero la verdad no importaba, siempre me había gustado la soledad.

La plaza estaba totalmente vacía, no había ni un ánima en pena, no estaban las ventas clandestinas que siempre se colocaban en el lugar, no estaban los pordioseros que pedían dinero para vivir o drogarse. El cielo se sacudió, un fuerte estruendo hizo que del cielo a la tierra todo vibrara, la lluvia se precipitó sobre la plaza, ya no era más una llovizna, esto era un diluvio. De pronto tuve en la mano un paraguas, instintivamente toque las bolsas de mi pantalón en busca de algo, estaban allí justo lo que buscaba, cigarrillos.

Saco uno de su caja, busco un mechero para darle vida a mi rollo de tabaco, pero ya esta encendido. Escucho con toda claridad el sonido del papel quemándose, inhalo; el humo llena mis pulmones. No hay más sonido que el de las gotas al tocar el suelo, el retumbar del cielo y el papel del cigarrillo que arde. El tabaco se terminó, hay que tirar la colilla; veo hacia el suelo. ¿Estoy descalzo?

No puedo estar descalzo, la lluvia no moja mis pies, no siento el agua en los pies. Caminé toda la plaza, quería sentir el agua mojándome los pies; no siento nada.

En la plaza vacía, con los pies descalzos, ropa mojada. La lluvia cesó, quedó de nuevo la llovizna, el reloj de la torre ahora marca las 7:00 de la noche; caminé por horas, pero no me dolían los pies, a pesar de que caminé descalzo, veo mis pies, están lastimados pero no logro sentir dolor, es hora de regresar a casa.

¿Recuerdas el frió? Desapareció.

Llego a la colonia donde vivo, la garita de acceso donde regularmente se encuentra un policía que abre y cierra la misma. Está abierta, no hay policía, las calles siguen en silencio. Las puertas de las casas están abiertas, las casas están vacías. No hay ni un solo ruido en las calles, no hay niños jugando, no están los perros callejeros, no está la vecina ruidosa ni los que jugaban fútbol en la calle, no hay nada ni nadie.

Estacioné el carro en el garaje de casa, al fin llegué, solo escucho el eco en casa, mi casa que también está vacía. Entro a casa, dejo la puerta abierta. -¡Shadow! -grité, moría por acariciar a mi perrita, la expresión máxima de amor verdadero. Mi ropa está seca, ya no estoy descalzo.

Shadow no estaba, la busque por toda la casa, solo estaba su cadáver agusanado en un rincón de la casa. Un grito se ahogó en mi garganta, intenté llorar pero no pude, lo único que me interesaba que estuviera aquí aún ya no estaba vivo.

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac .Tac. Tic. Tac. El sonido me estaba taladrando las orejas, el sonido hacía eco en toda la habitación, sigo sentado frente al reloj. El segundero se mueve pero la hora no cambia.

-¡Espera!

De repente son las 12:00 de la noche, no me fijé cuando pasó el tiempo. Tengo una soga en la mano, creo que voy a terminar con esto, voy a marcharme a donde sea que todo el mundo se haya ido. Salgo a la calle, de nuevo está lloviendo, el cielo no para de tronar. Veo mi transporte ideal para ir a donde todos se fueron: un árbol. Busque la rama más robusta, amarré un extremo de la soga y en el otro hice una especie de nudo, me la rodeo en el cuello.

Subo a la rama, es hora de viajar, salto de la rama, estoy colgando del cuello. De repente abro los ojos, una gran bocanada de aire sale de mi boca, apenas y logro enfocar algo, llevo mis manos al cuello; no hay nada, abro bien los ojos, ya puedo distinguir todo a mí alrededor, estoy en mi cama, en mi cuarto, Shadow duerme a mi lado.

Aún siento angustia.

Estaba dormido, he despertado.


Todo era un sueño... ¿o no?...

Abner Recinos
Ciudad de Guatemala, 24 años.

Recinos nació en Guatemala el 20 de diciembre de 1994. Instruido en la lectura desde pequeño y enamorado de la literatura a una corta edad, nunca se vio a sí mismo viviendo de escribir, sino como un hobby. En el diversificado encontró una aproximación a su vocación, posteriormente abortó sus primeros años de preparación universitaria estudiando ingeniería y optó por el estudio de las letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, lugar donde cursa sus últimos años de la Licenciatura en Letras.


Más de Abner Recinos en su página "Historias de un esquizofrénico", a través del enlace: https://historiasdeunesquizofrenico.wordpress.com/.

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