Humberto Ak’abal, hasta las cenizas que versifiquen - Desta/k/dos



PUBLICACIÓN POR LUIS RICARDO LÓPEZ ALVAREZ / 29 DE ENERO 2019

Cuenta el Popol Wuj que antes de morir injustamente a manos de los señores de Xibalbá, los héroes gemelos pidieron que sus huesos fueran triturados y echados al agua; luego de varios días y transformaciones emergieron de la muerte, listos a dar castigo a sus anteriores captores.

Ayer justamente se iba al descanso eterno y rumbo al país de la memoria Humberto Ak’abal; y sin buscar ofenderlo en modo alguno, le dedico unas palabras en homenaje a los gratos recuerdos que de su lectura viene a mi mente.

Fotografía del escritor Humberto Akabal
Humberto Ak'abal escritor y poeta momosteco (1952 - 2019). Fuente: https://twitter.com/deakabal

El luto a su nombre será sin duda vivido de muchas formas, para sus familiares será sin duda vivido como un proceso doloroso, al más allá se irá Humberto, el ajeno, el de las charlas tranquilas; el de las conversaciones poco profundas, el de los momentos triviales o los encuentros afectuosos. Allá con ellos y su recuerdo vivirá el hombre privado, que vivió mas allá de las palabras y fue un hombre con ilusiones, temores, alegrías; en fin, todo lo que implica ser una persona.

Para sus lectores, sin importar si fueron ocasionales o los fanáticos más férreos y entregados; quedará la anécdota de un poema recitado, de las situaciones especiales en las que se les presentaron sus versos; en la que con simplicidad pues no era un poema de palabras engrandecidas, pero si de sentimientos y vivencias claras.  Para los lectores sinceros quedará el recuerdo y los buenos deseos por seguirle leyendo. 

Para las 'vacas sagradas' del círculo de la literatura guatemalteca, una anécdota trivial o el endiosamiento de un hombre que simplemente sabía sentir y presentar una visión propia del mundo, pero que tuvo la dicha de tener obras traducidas en tantos idiomas; quedará para ellos el rumiar de los lamentos que hasta hace unos días no eran nada, los miles de comentarios y publicaciones vacías en redes sociales, en las que de nada importa la pena o el sentimiento sino el demostrarse conmovido o afectado. 

Para sus vecinos en Momostenango será el hombre que casi no salía; a quien recordarán por las efímeras interacciones que tuvieron.

Para sus editores, un buen momento para reeditar y sacar los textos que tenían reservados en bodega; quizá nuevas antologías nazcan y puedan salir a luz textos pendientes de ser presentados.

Guatemala no ha perdido nada, ténganlo claro quienes busquen atreverse a referirse de tal manera del poeta, lo han perdido quizá sus lectores, sus amigos, sus familiares y conocidos cercanos; no lo ha perdido el país, porque Ak’abal nunca fue suyo; no lo perderemos hasta que no nos apropiemos de sus escritos y que en nuestra memoria habite como el recuerdo de un grande, así como se recuerda a Asturias, a Landívar o Cardoza; pero más que como un monumento, como el referente de lo bueno.

Ha amanecido ya para don Humberto, ha salido el sol definitivo para él, se ha de unir quizá mañana a lo que cantaba, a lo trascendente y a lo trascendente en lo cotidiano; a su tierra y ver la vida desde la visión de su gente. Tarde o temprano la muerte ha de llegar a todos nosotros como el fuego, y acuclillándose ha de apagar la tristeza de nuestra vida, cantando una ardiente canción. Tarde o temprano nos olvidaremos de lo que fuimos y nos transformaremos ya no en leño, ya no en árbol, sino en ceniza, y de la ceniza a la tierra y de la tierra a lo que en vida cantamos.

«Que descanse en paz Humberto Ak’abal, pero que nunca descanse de nosotros su recuerdo.»

Luis Ricardo López Alvarez

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