PUBLICACIÓN POR CARMEN BEATRIZ TOCAY / 23 DE FEBRERO 2019
El
teatro y sus distintas formas teatrales (tragedia, drama y comedia), entre los
géneros literarios, es el menos leído, el más desdeñado quizá y el que menos se
publica y vende porque el mercado objetivo es muy reducido, así como los
escritores. La realidad es que leer teatro es para pocos porque requiere de muchos aspectos para poder llegar a comprenderlo en su totalidad, así como lo alude Manuel Aznar Soler
profesor del curso de Teatro contemporáneo de la Universidad Autónoma de
Barcelona: «Está claro que el teatro se vende poco porque no abundan los buenos
lectores del “género”, porque la lectura de teatro exige una sensibilidad
escénica que no poseen ni la mayoría de personas, ni la mayoría de estudiantes
de filología, ni la mayoría de lectores de narrativa o poesía.» (Aznar, 2017) .
Ciertamente muchos
lectores se han olvidado que el texto teatral también es parte de la
literatura; en cierta ocasión decía el dramaturgo español José Sanchis
Sinisterra «Un libro de teatro es tan literatura como un libro de poesía o una
novela.» (País) .
Para
leer teatro se necesita de sentido, sensibilidad e imaginación escénica, el
lector debe tener estas tres capacidades para poder percibir lo que el autor ha
escrito, debe llevar su imaginación a la vinculación entre los sentidos y los estímulos, los cuales
le permitirán tener acceso a una «representación
imaginaria», a través de ello el lector puede deducir los signos teatrales que
se encuentran inmersos, el lector debe ser capaz de reconocer e imaginar un lugar
específico e identificar sonidos, olores, ambientes, colores y otros; Sanchis Sinisterra aduce cómo debiera ser un buen
lector:
«El buen lector de teatro, en cambio, es aquél que
configura su representación imaginaria en un espacio escénico preciso,
delimitado, sólido y altamente sensorial, aunque no responsa a las convenciones
y límites vigentes. Y es capaz de tener presentes, en el curso de su lectura,
todos los elementos, humanos o no, que ocupan este espacio; de percibir la
simultaneidad y la interacción de todos los sistemas de signos que está ajó,
funcionando, aunque el discurso textual no los focalice o ni siquiera los
mencione.» (Sanchis, 1992) .
Durante
la lectura, el lector dispone de su sentido y sensibilidad escénica, los cuales
le permiten realizar una indagación meticulosa en los sentidos, ya que estos filtran
una noción de mundo, que consideran las formas de actuar de los personajes y así
poder conocerlos tanto de forma física como emocional y sentimental, o bien, psicológicamente; se trata de aspectos que consienten las distintas conductas de los
personajes, que lo manifiestan con lo que dicen y con sus acciones. El lector tiene
la habilidad de percibir y encontrar elementos
escondidos por el autor, detalles
muy bien guardados que solo el buen lector puede descubrir. Así lo hace saber
Sanchis, con esta certera afirmación:
«Las palabras y las acciones de los personajes le
sorprenden, le extrañan, le resultan sospechosas, le desconciertan: cree
adivinar aquí y allí segundas y aun terceras intenciones, mentiras deliberadas,
autoengaños inconscientes, referencias veladas a otras palabras y otras
acciones, propias o ajenas… Pero en todo ello no ve solamente el genio de un
autor o la complejidad de unos seres que parecen humanos. Percibe además otras
voces: voces del autor en los personajes, voces de otros autores en el autor.
Imágenes insólitas invaden la escena, imágenes que proceden de viejos
escenarios, de otros dominios artísticos, del borroso filme mudo de la historia
y del mito… y también de su propio tiempo biográfico: jirones de la infancia,
deseos y temores presentes, noticias, sueños, libros, experiencias.» (Sanchis, 1992) .
Luego
de inquirir en las características de un buen lector de teatro, cabe indicar
que leer textos teatrales conlleva a tener presente la visión del autor en su
obra ya que algunos autores definen algunos signos y acotaciones de la manera más explícita, concretan cada una de sus
acotaciones, van desde la escenografía y el ambiente, la iluminación, la música,
los efectos sonoros, el vestuario, los accesorios y las particularidades
propias de cada personaje, desde sus descripciones físicas hasta su forma de
actuar, el tono y sus movimientos escénicos. Claro no todos los autores son
específicos pero algunos son muy complejos y otros no tanto.
Pero, ¿para qué
sirve tener presentes esos aspectos al leer teatro? Primero porque las
intenciones de un texto teatral es que sea representado en las tablas y
principalmente es para que el lector tenga una visión crítica al momento de
presenciar una obra de teatro, y así, el lector no solo pasa a ser un espectador
de la puesta en escena sino también a ser un crítico teatral. La crítica
teatral se considera evaluativa, por tanto, existe una comparación entre texto
y la puesta en escena, entonces se verifica si las acotaciones del autor fueron
tomadas por el director de teatro o algunas fueron modificadas, entonces así, poder
determinar las falencias o aciertos en la obra representada.
Finalmente, debemos todos de considerar posibilidades más allá de conceptos sencillos, como con el que se cita casi siempre al género dramático, el que dice que "es aquel que representa algún episodio o conflicto de la vida de los seres humanos por medio del diálogo de los personajes", cuando en realidad el teatro es palabra y debe ser también visto, leído, analizado y apreciado como tal.
Referencias:
- Aznar, M. (2017). El kiosko teatral. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de http://www.aat.es/elkioscoteatral/leer-teatro/.
- País, E. (s.f.). Librotea. Recuperado el 20 de Febrero de 2019, de https://librotea.elpais.com/inspiradores/jose-sanchis-sinisterra/.
- Sanchis, J. (1992). Revista Pausa. Recuperado el 18 de febrero de 2019, de http://www.revistapausa.cat/1992_11_07/.
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