Bukowski, Bukowski, Bukowski
-Me llamo Henry, o díganme Chinaski, ahora soy ¡Henry!...
Sin duda Bukowski lo estaba
absorbiendo. Estaba leyendo sus libros autobiográficos, terminaba de leer Música de Cañerías. Era algo lamentable,
se emborrachaba, se despertaba hasta medio día, apostaba su dinero en juegos de
azar. Se acostaba con mujeres distintas a diario. Parecía un calco de cualquier
cuento de Bukowski, excepto por que no era un gran escritor como él. Trató de
publicar material suyo, pero no pudo. "Seré el siguiente Bukowski", pensaba (a veces en voz alta) cuando
iba a alguna editorial. "¡Vete a la mierda!", le decían. A él también lo trataron
así; le cerraban puertas. Siempre el mismo pretexto, hasta que alguien le espetó, "Llevas más de 20 años con lo mismo". Él no tardó tanto. Solo sirvieron aquellas
palabras para que llevara vino a su habitación, leyera La máquina de follar, y se masturbara.
No salía, no hablaba con nadie, sin
familia, sin amigos, sin un empleo, Bukowski lo está matando. El señor
indecente marcaba el curso de su muerte. Antes no era misántropo, antes tenía
un sentido su vida. Antes, antes…
***
Justo después de la muerte de su madre,
Sergio –así se llamaba- de 19 años, era feliz (como se puede ser feliz en este
país). Tenía amigos, una relación con su padre, sus abuelos e incluso una
pretendiente. Todo normal, al menos le alcanzaba para vivir.
Su padre le llevó unos poemas de
Bukowski, creyó que era una medicina para contrarrestar Los Versos del Capitán, de Neruda. Esto es verdadera poesía, decía.
Solo falta que después me salgás conque te gusta Benedetti o Bécquer. Sergio se
sintió mal, tomaba ideas de estos escritores para dedicarle o crear algunos
poemas a su amada. Tardó dos semanas en decidirse por hojear a Bukowski, al
momento de hacerlo, fue como si cayera en un trance, Sergio parecía embobado
leyendo a todas horas aquellos poemas una y otra vez. No tenían nada de
espectacular, pero en Sergio produjo un síntoma de Chinaski.
Luego logró que el
padre le comprara diez libros más de Bukowski, se leyó todo. Una y otra vez. El
padre creyó que Sergio buscaba algo para distraerse luego de la muerte de la
madre, algo en qué ocupar su mente. Sergio estaba en otra dimensión. Encontró
empleo en un bar y no tardó en irse de casa. El padre no se opuso. Desde ese
momento, Sergio empezó a seguir los pasos de Chinaski que, en sí, es el alter
ego de Bukowski.
Siempre tenía en mente recorrer La Senda del perdedor;
ser El Cartero. Él sabía que
únicamente le hacía falta ser escritor famoso, al menos reconocido. Contaba sus
aventuras con el mismo lenguaje que leía en las obras, agregaba situaciones
similares y más explícitas. Conocía las frases más recurrentes de sus libros,
las utilizaba; describía escenas sexuales o peleas de ebrios más escandalizadas
que el propio Bukowski. Estaba tratando de ser un calco de su autor predilecto.
Quería hacer lo mismo pero medio siglo después. Llevaba sus trabajos a
editoriales, la misma respuesta. Seguía, seguía… pero nada. El dinero escaseaba
y las mujeres y el vino también. Empezaba a reducirse su mundo aún más.
Había
leído algo del existencialismo y pensaba constantemente en el suicidio. Única
salida decente, se decía, único medio adoptable. Solamente tenía en posesión
un colchón, un par de camisas, un par de zapatos y dos botellas de vino. Creyó
que la lata de cerveza frente a él podría tener una gota, no había nada. No
salía a buscar trabajo, pronto saldrá algo, decía.
Un día se acabó todo. Regresaba a su
apartamento, del cual, de milagro no lo habían sacado. Alguien dejó la llave
del gas abierta, una chispa y todo ardía en llamas. Sergio llegó empezado el
incendio, ¡mierda!, mis libros, pensó. Toda su colección de Bukowski, todos sus
libros, sus escritos. Entró corriendo, fue directo a su habitación. Buscó bajo
la cama, tomó seis de los 14 libros que tenía, algunos apuntes propios. Salió
corriendo apenas, el humo lo sofocaba. Vivía en el piso cuarto, ya había
descendido hasta el segundo cuando escuchó el lloriqueo de una niña, al parecer
estaba en el clóset. Ir a por ella o arriesgar con sus libros. Así de
simple…
No hace mucho lo vi en una banca del
parque, no ha cambiado su apariencia, me acerqué a él y me colocó en las manos
seis ejemplares de Bukowski. No dijo nada. Se levantó y se fue.
Fin.
Denis Roberto Monterroso
Ciudad de Guatemala, 22 años.
Pensum cerrado del PEM en Letras; Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Actualmente sigo con la Licenciatura en Letras en dicha facultad. Aunque vivo en zona roja, agradezco la variedad de relatos que esto ha provocado en mí.
«Acerca de mi texto: el relato surge por el gusto de Charles Bukowski, el atrevimiento en sus letras, llamar a las cosas por su nombre y no utilizar un lenguaje retórico como fuente de intelectualismo, en este caso: pseudo. Ahora bien, la complicidad que puede lograr un autor con sus lectores y ejercer en ellos disposiciones que las personas no saben que poseen, es parte esencial de mi relato.»
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