PUBLICACIÓN POR CARMEN BEATRIZ TOCAY / 9 DE SEPTIEMBRE 2019
«El único modo de salvarse del abismo
es mirarlo y medirlo
y sondarlo y bajar a él,
Cesare Pavece»
-Saturno, 2017, p. 7.
Saturno es una novela breve de
Eduardo Halfon, fue su primer libro publicado (2003) y luego no hace mucho con
una segunda edición (2017). Puede ser un
escrito breve pero tiene esencia de intensidad, de frenesí en cada una de sus
líneas. Es un relato escrito en segunda
persona, se vierte como una carta de lo
más icástica y extensa hacia un padre, el narrador a modo de monólogo, se suma
en un ensimismamiento profundo, en el cual rompe el silencio del dolor que le
ha causado su padre, la forma de tratarlo y la relación filial con su padre
desde su niñez hasta la edad adulta. El narrador protagonista sugiere un
delirante recorrido a través de los
suicidios de escritores, relato que nos
lleva a un abismo de la profundidad humana, en que en cada una de las
circunstancias y forma de suicidio nos lleva
a modo de circularidad hacia el fondo de ese abismo e infinito del ser
que conlleva al acto del suicidio. Inicia con el itinerario con los escritores
que se suicidaron por sobredosis, como Jack London, Malcolm Lowry, R. H.
Akutana, Alejandra Pizarnick, Andrés Caicedo, Sara Tasdale y Stefan Zweig,
Horacio Quiroga, Manuel de Acuña, George Sterling, Charlotte Mew y Leopoldo
Lugones. Pero, lo que realmente es singular es cuando el protagonista nos lleva
hacia otra senda, donde conduce hacia la relación filial entre los escritores
suicidas y sus padres, así refleja la relación que el escritor (protagonista)
ha tenido con su padre desde que es niño. Si bien las vivencias y
relaciones entre los escritores y sus
padres no son exactamente las mismas,
pero existe cierta conexión porque cada uno coincide con el suicido. Durante
todo el relato el protagonista, escucha voces. Son las voces de los escritores
que se han suicidado, voces que van relatando a modo de conversación los suicidios
de otros escritores.
Portada de «Saturno» de Eduardo Halfon.
Fuente: https://madrid.lecool.com/inspirations/saturno-eduardo-halfon/.
Fuente: https://madrid.lecool.com/inspirations/saturno-eduardo-halfon/.
Tiemblo de
curiosidad. ¿Por qué no tomas mis manos? ¿No quieres besarme? ¡Oh, Muerte,
permíteme, sumergirme entre tus brazos como bajo el remolino devastador de una
negra catarata!, Klaus Mann.
El primer de los
escritores invocados es el alemán Klaus Mann, la relación con su padre fue difícil porque la basta presencia de su
padre lo hacía opacarse como escritor, lo cual el mismo padre se lo hacía ver,
esto le parecía el más grande de los insultos, los críticos decían que el nivel estético de sus obras no
llegaba al nivel de su progenitor. La presencia de su padre se convirtió en un
suplicio y una carga literaria. Se
vierte ligado a la presencia/ausencia del padre del protagonista, aduce que a
pesar de convivir juntos parecía que ambos pasaban desapercibidos, el único
momento cuando se notaba la presencia del padre era cuando insultaba a su hijo.
«Sufrió
de una figura paterna demasiado presente de una sombra cuya oscuridad lo
terminó opacando, yo padre sufro por su ausencia» (Saturno, 2017,
p. 13).
No hay ni siquiera un
veneno accesible que llevarme a la boca, Vachel Lindsay.
Vachel Lindsay
rapsoda estadounidense, considerado como el último cantor errante. Ambos escritores tanto Lindsay como el protagonista
tuvieron un padre autoritario, a Lindsay siempre le causo miedo su padre.
Mientras el protagonista recuerda al padre como un hombre que daba solo
órdenes, y consigo un vago recuerdo, la imagen de un hombre mandando donde
debía sentarse cada uno de sus hijos. Los dos escritores en algún momento
determinado decidieron optar escapar del hogar, y buscar la literatura, las
letras, como refugio, donde el padre no podría llegar.
«¿Estaría huyendo
quizás, de la autoridad absoluta de un padre (medico evangélico y estricto
disciplinario) quien, según sus poemas, lo atemorizó e intimidó durante toda su
niñez? Su autoridad, padre, era incuestionable» (Saturno, 2017, p. 13).
La vida de
cada hombre termina de la misma manera. Solo los detalles de cómo vivió y cómo
murió distinguen a un hombre de otro, Ernest Hemingway.
El escritor y
periodista estadounidense Ernest Hemingway, El padre de Hemingway fue tan
cercano a él, y su hijo pude sentir el calor paternal y además compartió sus
aficiones. Contrario al padre del protagonista, un padre que nunca se acercó ni
compartió con su hijo, a quien este le
recrimina, su indiferencia, su apatía, sin consideración de un legado afectivo.
Sin siquiera interesarse por su vida, sus amigos y su profesión.
Hemingway heredó
bastante de su padre. Su amor por la caza y la
pesca, su trato para con las mujeres, su conducta estoica. Pero, sobre
todo el viejo Hemingway le enseñó a su hijo a morir… ¿Qué me enseñó usted
a mí, padre?» (Saturno, 2017, p. 21).
Morir es un arte,
como todo. Yo lo hago extraordinariamente bien,
Sylvia
Plath.
La poetisa
estadounidense Sylvia Plath, se suicidó asfixiándose con gas. Su padre murió
cuando tenía diez años, se cree que no superó su muerte. El protagonista implanta los versos del poema
Daddy (Papi), utilizando
versos dispersos para expresar el sentir junto a Plath, que en alguna ocasión
quizá rezó por su padre, pero nunca pudo hablarle y expresarse abiertamente
porque siempre había una tendencia de miedo hacia su padre el último verso
ambos escritores concuerdan que su padre fue un infame.
«Otro vacío que
siempre quedo vacío, I used to pray to
recover your, le escribe a el Plath, le escribo a usted yo, I could never talk you, le escribe a él,
le escribo a usted. I have always been scared of you, le escribe, le escribo. Daddy, daddy, you
bastard, I’m through, escribimos juntos» (Saturno, 2017, p. 26).
Hay que viajar a la
dirección de nuestro miedo,
John Berryman.
Jonh Berryman fue un
poeta estadounidense, cuando tenía doce años supuestamente su padre se suicidó.
Berryman escribió Dream Songs, fue una larga oda dedicada a su padre, porque sus
versos los dedicó solo para él. Pensaba constantemente en el suicidio, desde la
adolescencia y tiempo después el suicidio siempre estuvo en su mente. Ambas
acciones son comunes con el protagonista, este también escribe para su padre, y
se la pasa reflexionando y pensando constantemente en suicidarse.
Yo también,
padre, pienso continuamente en el suicidio» (Saturno, 2017, p. 32).
En la borda, el sabor
a salitre me llama a ser océano, Harold Hart Crane.
Harold Hart Crane
poeta estadounidense, constituyó que
entre él y su padre en vez de amor había una relación de odio filial. Su odio
comenzó por la violencia verbal hacia su madre y su ausencia paternal, sus
negocios eran más importantes que su familia, su odio siguió creciendo por la
actitud adversa de su padre porque él era un poeta. El protagonista tiene un
vínculo con Crane, es otra semejanza entre escritores, en el monólogo el
protagonista se estremece en frustración al reconocer que su padre también se burlaba
de su trabajo literario, la constante vergüenza por la vocación de su hijo
solía decirle a sus amigos que era un ingeniero o abogado.
Eduardo Halfon, conocido escritor guatemalteco,
Premio Nacional de Literatura "Miguel Ángel Asturias" del 2018.
«De niño, en Ohio
Harold Hart Crane ya lo odiaba. Odiaba cómo trataba a su a su madre (sus gritos
violentos le provocarían a ella un colapso emocional y mental). Odiaba su
negligencia hacia la familia, su ausencia paternal, pues era ante todo un
hombre de negocios demasiado ocupado. Luego, de adolescente, odiaba la
hostilidad de su padre hacia la poesía: decía el que era una vocación
afeminada» (Saturno, 2017, p. 39).
La vida es sueño; el
despertar es lo que nos mata, Virginia Woolf.
El padre de Virginia Woolf, Leslie Stephen fue
editor y crítico literario recibió un
doctorado honoris causa de Harvard y otro de Oxford, Virginia heredó su amor por la literatura, para ella su padre era un gigante. Ambos
amaban la literatura, caso contrario del protagonista porque su padre nunca
leyó ninguno de sus textos y menos algún interés literario, el padre nunca pudo
comprender en cada una de esas líneas
escrita por su hijo, fueron el desahogo de su dolor.
«Usted nunca me
leyó, padre… Nunca pudo comprender que
mi escritura era toda sobre usted; todo lo que allí hice padre, fue llorar lo
que no pude llorar sobre su pecho» (Saturno, 2017, p. 50).
Todos los caminos conducen a la putrefacción negra, George Trakl.
George Trakl, austríaco, era un poeta triste. Desde niño mantuvo la tendencia al suicidio, a
los seis años se sumergió a un río congelado, a los diez se lanzó entre
caballos galopantes y a los trece se lanzó a un tren en marcha. Su padre nunca
tuvo tiempo para él. El padre del protagonista tampoco dedicó tiempo a su hijo,
su trabajo estaba por encima de todo. Por eso le recrimina cuestionando a su
padre, si recuerda su niñez y su adolescencia, reprime la gran ausencia del
padre, el cual nunca tuvo tiempo, nunca entendió que su hijo tenía la necesidad
de tener un padre, que implica una relación amena entre padre e hijo.
«¿Para qué,
padre, tanto negocio? ¿Recuerda usted mi niñez, padre? ¿Recuerda usted a su
hijo creciendo, jugando, trepando a un árbol? Su negocio lo era todo siempre»
(Saturno, 2017, p. 56).
La dificultad de suicidarse está en esto: es un acto
de ambición que sólo se puede cometer cuando se ha superado toda ambición, Cesare Pavece.
Cesare Pavece fue uno
de los escritores italianos más importantes del siglo XX. Su padre murió cuando
era niño, siempre estuvo obsesionado con la idea del suicidio. El protagonista
también piensa constantemente en suicidarse, también el suicidio es su obsesión.
«Saben ustedes,
oigo padre, que Cesare Pavase lo llamaba su «su vicio absurdo». ¿A qué?
Pregunta otra voz. Al suicidio, estaba obsesionado con la idea del suicido»
(Saturno, 2017, p. 57).
Una vez Mark Twain
dijo La historia no se repite, pero rima,
ciertamente las historias de vida de estos escritores no es la misma; algunos
han tendido una relación exacerbada con sus padres, otros unos lazos estrechos
de amor y amistad filial, otros no pudieron convivir con su padres porque
murieron o se suicidaron (hecho que algunos heredaron), ninguno tiene una
biografía parecida, pero, todos se asilaron en la literatura, siendo la
escritura un escape a sus tormentos,
todos fueron llevados al abismo del suicido, y con ello la
coincidencia del deseo de morir, y la realización del acto como una forma
liberadora. Tal como lo decía y lo dice la voz de Artaud «Si me mato no es para
destruirme, sino para reconstituirme…».
Bibliografía
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