RESEÑA POR RODRIGO VILLALOBOS / 3 DE SEPTIEMBRE 2019
Algunos escritores guatemaltecos (de hecho,
poquísimos y contados con los dedos de una sola mano) han sido capaces de romper
con los esquemas narrativos que se acostumbran leer en este suelo centroamericano. Y es que resulta difícil
ser escritor guatemalteco sin hablar necesariamente del país, no obstante, para
figuras contemporáneas como las de Francisco Goldman, Eduardo Halfon y Rodrigo
Rey Rosa, su manera de entender nuestra Guatemala es tan sutil, que su forma de
abordarla como contexto se ve demasiado auténtica y tiene un impacto distintivo
que sobresale.
Es el caso del segundo mencionado, Eduardo
Halfon, quien ocupa el interés de esta nota, pues uno de sus libros más
conocidos es El boxeador polaco, una
recopilación de narrativa breve con una originalidad transparente y
enriquecedora.
Portadas del libro «El boxeador polaco» de distintas editoriales
(Editorial Pre-textos y Editorial Cultura, respectivamente).
Se trata de una lectura que debiera ser
obligatoria del conocimiento cultural guatemalteco (y por qué no, a nivel
latinoamericano). En sus páginas se percibe el esbozo, parte por parte, de un
boxeador polaco, relatado desde la perspectiva de un Eduardo ficcionado, así
como a través de los diálogos con su abuelo (Oitze, según la narración), a
partir de una conversación fragmentada en la memoria del protagonista y la cual, dicho
sea de paso, será la única unidad detrás de los seis relatos que componen la
obra completa.
Claro, Guatemala existe dentro de este libro,
pero el desarrollo y el tono de sus cuentos da la impresión de estar a lo
lejos. A medida que el lector va descubriendo la técnica de la narración de
Halfon se aprecia al país como un espectador constante de las acciones del
personaje; permanece ahí, pero distante, apreciando acciones y mutando de épocas. Y es necesario también hablar sobre la construcción que predomina en
esta obra: un protagonista autobiográfico, es decir, un Eduardo Halfon envuelto
de anécdotas y ficciones. Con esto, el escritor muestra un narrador que desde
su perspectiva en primera persona es capaz de mostrar verosimilitud en los
hechos (acaso por ser tan multifacético, otrora por su manera de describir su
sentir) y capta una empatía que anima a una lectura ágil y espontánea.
Con la lectura de El boxeador polaco se capta la esencia literaria de su autor, ya
que los giros actanciales y la manera en que se resuelven las situaciones se
cortan de tajo, pero en el momento preciso. Resulta que es difícil entender por
dónde Halfon quiere llevar al lector desde el inicio de cada relato y en el
medio, incluso al final. No se puede determinar el ritmo ni la duración de todos
los hechos en relatos como “Discurso de Póvoa” o “Twaineando”, un recurso tan
propio del estilo de Halfon que se repite en otros libros como Mañana nunca lo hablamos. Luego, resalta
la manera en que aparecen las alusiones culturales, artísticas y literarias
afines al autor, de una manera tan propia que es imposible no alejar la
atención de las referencias que relacionan a Eduardo-escritor con este Eduardo-personaje. Como él mismo ha mencionado en su momento, «esa es la magia de la ficción».
Algunos de los relatos recurren con exactitud a
algunas anécdotas propias de Halfon, es el caso donde con mucho acierto disecciona e
involucra juegos de ficción y realidad, como en “Lejano”, “Fumata blanca”
o su homónimo, “El boxeador polaco”. Se trata, por lo tanto, de un libro con
una diversidad enriquecedora por sus isotopías y que desde sus estructuras
argumentales amplía la percepción de nuestra realidad nacional, desde los ojos de este escritor.
“Epístrofe” se intuye como el típico cuento de
amor, una relación de pareja atípica y descreída de sí. Pero adentro, en la
lectura, se muestra como una vorágine de referencias cosmopolitas y
multiculturales, sobre todo tras la aparición del serbio Milan Rakić (en
aparente coincidencia con el poeta homónimo). Probablemente sea el cuento que
mejor defienda el concepto entero del libro, pues con la inmediatez con que se
abordan los detalles, lo que parece evidente, desaparece línea a línea.
El manejo del lenguaje es maravilloso y para
nada se siente forzado encontrar frases en otros idiomas, pues Eduardo tiene una
naturalidad contextual para introducirlas, ni siquiera requieren que se
coloquen en la conocida letra itálica [K],
edición tras edición. Y eso que hablamos sobre una obra traducida a más de una
docena de idiomas como el alemán, inglés, italiano, noruego o, más
recientemente, kaqchikel. En sí, es un ejemplo de universalidad narrativa plena.
Eduardo Halfon, escritor guatemalteco galardonado en el 2018 con el Premio Nacional de Literatura "Miguel Ángel Asturias".
Al inicio de esta reseña quise (por capricho
quizá) mostrar una rivalidad entre las maneras de atacar la literatura actual:
lo nacional, después de todo, nos pone en contextos de izquierda versus
derecha, lo colonizador versus lo originario, universalidad versus particularidad, porque nuestra realidad
contemporánea es esa, sin embargo, poner en una esquina a este libro me deja
sin una idea clara de a qué debiera enfrentarse. Es curioso desde la pluma de
un guatemalteco que en todo el libro no se perciban blancos y negros, solo existe una gama enorme de colores, pero nunca una dualidad que responda a
intereses ideológicos, mucho menos moralizantes, es algo transgresor a lo que se
nos acostumbra leer como 'literatura guatemalteca'.
Definiré bajo mi percepción, de estudioso,
bibliófilo y crítico, al libro como un ejemplo de singularidad y originalidad.
Si bien, es un collage de
experiencias del mismo Eduardo, El
boxeador polaco también goza de una fluida intuición narrativa capaz de
evocar emociones para cualquiera, porque se siente orgánico para todo tipo de
lector. Lo sincero de sus formas de contar es, a veces, la mejor ficción. Es una obra vasta que se toma libertades y atrevimientos necesarios para
con el aburrido entorno literario actual; un libro para el placer de ser leído
y releído por su fascinante interacción con el autor y su mundo.
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