Policías del pensamiento - Opinion

 ENTREVISTA POR LUIS RICARDO LÓPEZ ALVAREZ / 13 DE OCTUBRE 2020

Columna publicada previamente en revista digital Gazeta.gt de Guatemala el día 4 de abril del 2018.



Este reciente descanso aproveché para empezar a leer el Quijote. Valga además decir que me parece una lectura que requiere que se le dedique un tiempo y espacio especial para leerla; que no puede ni podrá profanársele a lectura de mesa de café o de acompañante en las esperas para solventar un trámite burocrático; hacer esto equivaldría a mirar una pintura desde lejos y de vistazo (nunca se conocerán los detalles ocultos y trabajados por el autor).
Al inicio de sus aventuras, don Quijote busca hacerse nombrar caballero y velar sus armas; antes de llegar a una venta a la que habrá de confundir por castillo, al ventero por castellano y a las prostitutas por damas; espera que algún enano se acerque a anunciar su llegada, en la espera aquel deseo solo puede verse satisfecho por el sonar del cuerno de un pastor de puercos.
Pero en ello Cervantes se disculpa y dice «sin perdón porque así se llaman», es decir sin perdón por llamar puercos a los puercos; pero el mismo hecho de hacer hincapié implica una disculpa a lo que pudiera tomarse por ofensivo. Cual fuera la razón, debe recordarse que en pleno Siglo de Oro se buscaba enriquecer la lengua y utilizar la literatura para dar muestra de la riqueza léxica del idioma; de lo cual sus contemporáneos Quevedo y Góngora hicieron muestra. Pero había un Miguel que sin ser culterano o conceptista sabía bien manejarse entre estas dos corrientes; con un vocabulario amplio y juegos de lenguaje puntuales en la narración y descripciones que en la obra se encuentran.
He empezado con esta reflexión sobre este hincapié de Cervantes, porque aplica al título de este artículo; espero yo no esté viendo micos aparejados entre la observación del maestro y la reflexión de este contemporáneo.
Pasa que es verdaderamente chocante encontrar la politización de elementos tan básicos, pero de los que también vale la pena preguntarse, ¿por qué habrían de estar exentos de verse inmersos por la política? Este es el caso del lenguaje y de la emisión del pensamiento.
Estamos viviendo tiempos de verdadero atentado contra la emisión del pensamiento, en los que sorprendentemente no son partidos políticos ni gobiernos (al menos en apariencia), los que promueven en este pedazo de mundo, que es el hemisferio occidental, que los individuos de forma pública y privada, utilizando su voz o por medio de internet, no puedan manifestar sus ideas por temor a ofender a otros o que sus ideas sean políticamente incorrectas.
Parecería una verdadera paradoja pensar que debe permitirse al intolerante expresarse, o que debe permitirse que unos y otros tengan derecho a ofenderse. Cuando en la misma posibilidad de ofensa reside la libertad de expresión, que no es más que el ejercicio en una esfera de la acción humana de la libertad misma.
Nada de lo que he expresado con anterioridad es concepto o idea nueva, de hecho, no estoy descubriendo algo que recientemente afecte a la sociedad guatemalteca.
¿Qué es lo importante y relevante con relación a la literatura y al lenguaje que tiene contacto con la libertad de expresión?
Por el ejercicio de la libertad de emitir ideas que pudieran ser ofensivas o políticamente incorrectas perdimos a escritores de habilidad como Otto René Castillo o Luis de Lión; por la posibilidad de tener textos que se consideraban subversivos se llevaron a tanto inocente en tiempo del Conflicto Armado Interno.
Por el deseo de pensar o de creer, de proponer o criticar, alrededor del mundo miles fueron enviados forzados a campamentos de trabajo o de reeducación.
¿Queremos vivir en una sociedad de Special Snowflakes?, individuos victimistas que solo pueden argumentar a otros que sienten que sus sentimientos están siendo heridos antes de demostrar por medio de argumentos lógicos y contundentes la invalidez de las propuestas del contrario.
¿Cuándo un argumento de opresión o de ofensión cuenta como válido para inhabilitar el argumento de otro?
Vivimos bajo el acoso constante de los policías del pensamiento, desde aquel que inhabilita el argumento de otro por faltas de ortografía o inconsistencias sintácticas; de los «gendarmes de la palabra», hasta aquellos que porque sus ideas o su visión del mundo no coinciden con las del contrario desean borrar o eliminar sus opiniones, tal cual fuera posible alcanzar un mundo en armonía suprimiendo a todos los disidentes de nuestras ideas.
Recientemente se llevó a cabo en internet una campaña para solicitar la declaración de no grata a Gloria Álvarez, por medio de la plataforma Change.org; no fue raro ver que inclusive guatemaltecos compartieron esta propuesta, sencillamente porque no coinciden con las ideas de ella. Será este el equivalente actual de la mordaza, el moobing contra un personaje con el que no se coincide antes de dedicarse a deconstruir o refutar punto por punto las ideas del otro.
Estaremos limitándonos a pronunciar la palabra «puerco» pidiendo cada vez perdón; al momento en que a nuestras opiniones se les tildan de intolerantes, machistas, fascistas, conservadoras o reaccionarias.
No seamos victimas del Zeitgeist, aunque nuestras ideas sean progresistas o conservadoras, estemos abiertos a debate y no al fanatismo. No existen verdades, no existe 'mi verdad' o 'mi concepción de la realidad'; la verdad existe, y se llega a ella por medio de la discusión de los argumentos que le dan sustento; esa ha sido nuestra tradición desde la Antigua Grecia; los sentimientos son bellos y útiles para el arte (sean cuales sean), pero en ningún momento son razón suficiente para llegar a la verdad.
Recordemos que el espíritu del tiempo y las ideas dominantes son cambiantes como las mareas; aquellos valores que se tenían como supremos en la antigüedad, no todos son tenidos por tales en la actualidad. Que nuestra percepción del mundo esté guiada por la búsqueda de la verdad por sobre la igualdad o la paz, llegaremos a ellas en el camino.

LUIS RICARDO LOPEZ

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