Entrevista a Antonio Guerrero - Filosofía sin lactosa

Entrevista a Antonio Guerrero - Filosofía sin lactosa

OPINIÓN POR CLAUDIA FIGUEROA OBERLÍN / 14 DE OCTUBRE 2020


Antonio Guerrero es un escritor que ha publicado este texto que ha ganado el segundo (he sido finalista de un total de casi 200 participantes a nivel internacional, en la Universidad siglo XXI de Argentina. Aunque yo soy español) lugar en el certamen de ensayo, convirtiéndose en un libro de estudio y reflexión

CLAUDIA: Buenas tardes, Antonio, gusto de saludarte ¿Cómo estás?

Buenas tardes/días. En primer lugar gracias por esta entrevista. Es un honor tener contacto con vosotros y a su vez tener la oportunidad de hablar sobre mi libro.  

CLAUDIA: Para conocerte un poco más y que los lectores te conozcan ¿Quién es Antonio Guerrero? ¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Antonio Guerrero es muchas cosas y a la vez soy una persona totalmente normal. Soy sindicalista y también articulista de prensa. De formación soy filósofo (grado y máster en filosofía, en la actualidad doctorando). He publicado varios libros de relatos, novela, ensayo. Fundé la asociación Filosofía en la Calle y tengo el placer de compartir con mis compañeros actividades culturales vinculadas a la filosofía. Llevo desde hace años llevando la filosofía fuera del aula académica, de ahí el nombre de la asociación. Y precisamente a través de este recorrido cultural ha sido como he elaborado una serie de ideas que me llevaron a escribir el libro Filosofía sin Lactosa, finalista en un concurso internacional de ensayo. 

CLAUDIA: ¿Tienes otros libros que hayas escrito o ya has publicado algo?

Si. Tengo dos libros de relatos: “La mentira zurda. Cuentos de Joseph Landowski” editado por IEA en el 2011. “Literatura zurda”. También IEA en el 2017. “Temperamento. Elementos filosóficos en la obra de Mary Shelly” Apeiron ediciones. 2017. “Apuntes de filosofía moral”. Playa de Akaba. 2018. “Una Guerra en el limbro”. Playa de Akaba,  2019. Y finalmente “Filosofia sin lactosa” en el 2020.

¿Qué otros géneros te dedicas? ¿Cuál es tu género favorito?

Como decía he trabajado el relato. Y tengo en mente seguir por ahí. Los dos primeros libros suponen el comienzo de una trilogía que está pendiente de acabar. Tras eso me he estado dedicando al ensayo. Este género es donde más cómodo me he sentido y donde soy capaz de trabajar aprisa. En total han sido tres ensayos. Por otro lado tengo una novela que se reedito. Parnass ediciones hizo la segunda edición y también la tercera, pero en este caso traducida ya al inglés “A war in limbo”.


¿Cuál ha sido el autor o autores que te han inspirado para escribir?

Reconozco haberme sentido muy inspirado al principio por Antonio Muñoz Molina, por el primer Muñoz Molina si hay que decirlo todo. Y también sentí mucha empatía con la Generación Nocilla, por Fernández Mallo. Esta conexión me llevo a hacer los libros de relato y hasta aspirar a un tercero para completar la trilogía, libro aún pendiente. 

Después de eso, mis años de formación me han llevado a la lectura de numerosos libros de filosofía. Ese género me encanta y me resulta asequible, cómodo, directo. Si bien he descubierto que el ensayo no puede ser cerrado. Con esto pretendo decir que es un error del ensayo el lenguaje oscuro, cultista. Considero que el ensayista debe ser capaz de escribir para todos los públicos sin que eso le reste profundidad a su obra. Eso he pretendido en mi último libro. 


CLAUDIA: Estaba viendo tu libro, bastante interesante en su contenido, dime ¿Por qué se llama filosofía sin lactosa? ¿De dónde sale la idea? Porque que yo sepa la filosofía no tiene nada que ver con la lactosa.

Yo soy intolerante a la lactosa. Me confieso. En todas las caferías saben de esta característica mía y ya ni preguntan. Y eso me condujo a pensar que igual había personas intolerantes a la filosofía. Al igual que la lactosa es una sustancia que la industria alimentaria ha introducido de forma artificial a los alimentos para conservarlos con la cultura, la filosofía, ha sucedido lo mismo. El símil me resultó muy apropiado. Existen determinados alimentos que de forma natural no llevan lactosa pero se les añade creando algo artificial. En el ámbito de la filosofía sucedió sin duda. Es un proceso que arranca en la segunda guerra mundial, con el añadido de ideología, y que ha persistido en la actualidad con ciertos planes educativos desprovistos de interés por crear pensamiento crítico. Existe así una lactosa cultural: formas de manifestación cultural no naturales con la filosofía y que han sido añadidas a la fuerza. Como decíamos antes las ideologías se han insertado hasta el punto de confundirse con la filosofía. El exceso de academicismo también. En la secundaria se enseña solo historia de la filosofía (lactosa) y no filosofía en sí (aprender a pensar por uno mismo). Eso no quita que el academicismo no sea necesario. Lo es. Pero no es suficiente  pienso. Otro ejemplo es la textualidad. En la antigüedad clásica la filosofía era una actividad oral y vinculadas a las experiencias propias y ajenas de los filósofos. Hoy día revista la forma de textualidad segregando a otro tipo de filosofía. Esta forma de lactosa cultural no forma parte de su naturaleza, sin que por ello no sea un vehículo de trasmisión muy útil. La naturaleza propia de la filosofía es el pensamiento crítico, autónomo, y además en la calle, donde están los problemas de los individuos. Todo lo demás ha sido un añadido.  

En el libro declaro el estado actual de la filosofía como el de una enfermedad necesitada de cura. Y la cura propuesta es la filosofía práctica, y el intervencionismo filosófico. 


CLAUDIA: Yo sé que muchos planteamientos de diversos temas han sido producto de la observación y la experiencia en muchos casos. Me llamó profundamente la atención tus argumentos en el primer capítulo ¿En qué te basas para hacer dichos planteamientos?

En realidad durante mis años de estudiante de filosofía experimente una frustración y esta fue que no encontré los ideales de filosofía griega que yo ambicionaba. No había filósofos griegos, a la antigua usanza, entre mis profesores. Todo lo contrario encontré personas que no sentían ningún interés por la realidad más allá del aula: por  la política, por la economía, por los problemas sociales. Y eso no me gustó demasiado; consideré que ese no era el estado de la filosofía y menos aún de un filósofo.  Entonces me incliné hacia la filosofía práctica en mis lecturas. No obstante encontré que esta también estaba viciada por el instrumentalismo, ya que los formatos de esta clase de filosofía los había absorbido las plataformas formativas de las empresas. Entonces convine en mi interior que la filosofía práctica debía ser el camino pero que esta misma debía ser reformulada y refundamentada. Y de ahí surgió mi proyecto cultural: Filosofía en la Calle. Por eso decía antes que la filosofía estaba enferma y que había que curarla a través de la filosofía práctica. 

 ¿Cuáles han sido tus fuentes bibliográficas o de observación?

En parte ha sido la observación, mi experiencia personal, y en parte también ha sido la investigación bibliográfica. No desecho la fuente de información de la cultura textual y académica, tan solo que no puede ser exclusiva ni excluyente. 

  

CLAUDIA: ¿Qué otros héroes nos pueden hacer recordar que, como intelectuales, debemos ser más osados que textuales?

En primer lugar yo tomo referencia del Quijote, un personaje si bien baso su formación en el texto después busco la experiencia en sus aventuras. Sin duda también Sócrates, el provocador, el tábano como era apodado porque lograba enfadar a la gente para que así se viese forzado a pensar por sí mismo. Diógenes, ese a que fue conocido como el Sócrates enloquecido. Ambos dos tenían la oralidad como fuente de trasmisión de su conocimiento. Y nunca dejaré atrás a Nietzsche por su interés en declara la humanidad del hombre como experiencia dionisíaca, instintiva, real. Si me dejo llevar también a Ortega y Gasset, otro gran admirador del Quijote como yo. 


CLAUDIA: ¿Cuál es tu recomendación ante tus planteamientos?

El objetivo de la filosofía, en mi deseo de la filosofía práctica, y como dicen mis héroes, es que la gente piense por si misma, que sea librepensadora, que tenga pensamiento autónomo. Eso significa que la filosofía sirve para proporcionar recursos intelectuales para lograr ese objetivo. Filosofía sin Lactosa es una crítica a la situación de la filosofía actual porque precisamente no cumple ese objetivo por culpa de la lactosa cultural. Así pues mi recomendación es que la persona que se acerca a la filosofía sepa que de ella el mayor regalo que puede obtener es la certeza de que va a ayudarle a ser librepensador y que le va  desarrollar el pensamiento crítico, algo muy necesario en los tiempos que  corren donde la sociedad de la información controla absolutamente nuestros pensamientos y hasta nuestros hábitos. Ser crítico en cierta forma es ser una emancipación y una revelación ante el mundo digital, textual e hipertextual. 


CLAUDIA: ¿Qué pensador te ha cautivado tanto que te haga decir “a este quiero seguir”?

El centro de mis  conocimientos siempre gira en torno a Sócrates, el tábano, ese que provocaba a los jóvenes a pensar y por eso se oponían a la política. Por culpa de ello le condenaron a muerte. 

¿Cómo comparas el ágora clásica de Grecia con la actualidad?

El ágora clásico era un mercado, un recinto cerrado, donde se dio el encuentro colectivo y la disertación. Tradicionalmente o históricamente se ha tomado esta circunstancia como un mito clásico y como un lugar de encuentro de filósofos. De alguna manera la filosofía ha aceptado que el lugar natural de la filosofía es el ágora, alegando por ello que se un lugar de emplazamiento público (colectivo), un lugar de lo común. Hoy dia el ágora puede significar muchas cosas y a la vez lo mismo. Existe el ágora digital si se utilizar como un lugar común y de lo común para hacer argumentación filosófica. También está el ágora físico, en la calle, y de esta manera podemos extender este sentido. Yo creo en el ágora como lugar del filósofo, lugar al que la filosofía debe volver. Y con esto me refiero al ágora en general. 

¿Qué propones cuando hablas de hacer un ágora como tratamiento a la sofistica? 

En cierta forma el exceso de academicismo ha alejado a la filosofía del ágora y la ha llevado al otro contexto: el del sofismo. El sofista era el enemigo del filósofo en la antigua Grecia porque era el charlatán. Hoy día abunda el sofismo en las redes y medios de comunicación, incluso en el mundo de la enseñanza. No obstantes algunos defendemos el derecho a llevar otra vez la filosofía al ágora y alejarla del sofismo actual. Este lugar, el vuestro, puede ser un ágora perfectamente configurado. A través de esta entrevista estamos haciendo pensamiento crítico sin duda.  


Mencionaste que para “curar” la falta de disciplina por así decirlo es haciendo un ágora. Sé que existe un vacío, porque en nuestros países latinos está igual, ¿Qué recomiendas para subsanar ese vacío cultural y filosófico que existe en nuestros países?


Lo que propongo en el libro es volver al ágora, al que sea, como cura a la lactosa cultural. Eso significa hacer filosofía práctica y desde hacer generar pensamiento crítico. En cierta forma en el mundo latino pasan las mismas cosas que en Europa. El vacio cultural, la ausencia de generación de sentido, desaparecería de esa manera ya que la disciplina se vería rellenada de algo de lo que carecía hace tiempo: de fundamentación  y de argumentación. La técnica para ello propuesta también en el libro es el intervencionismo filosófico, con la que expreso que el filósofo debe intervenir el ágora, eso es hacerla suya para desde ahí emancipar a sus filosofados en el pensamiento crítico y que estos a su vez puedan crear nuevos horizontes de sentido y nuevas formas de saber. 


¿Qué mensaje le das a la humanidad con este libro?


Que la filosofía sirve para pensar por si mismo y que si no lo hacemos es porque nadie nos lo ha enseñado nunca o nadie se ha tomado la molestia de averiguarlo. Por eso hay que aspirar a sanar la enfermedad de la filosofía actual contaminada de academicismo, de ideología, de cultura de masas, de planes educativos extraños. Y para ello hacerla más práctica en el ágora.


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