Cae la noche tropical y otras microficciones de Ricardo Bugarín
EN EXCLUSIVA PARA REVISTA LA FÁBRI/K/ 15 DE OCTUBRE 2020
Pintura: Disse algém de Amadeo Seguy |
CAE LA NOCHE TROPICAL
El abanico de Japón echa un aire muy oriental. El de España es demasiado majadero. El de Holanda es tan calado que los aires se confunden y el de Túnez es muy reseco para nuestro gusto. Resolvimos dejarlos en la vitrina y nos fuimos a tomar aire al patio y allí nos quedamos hasta que la serenidad de la noche nos mostró la luna que asomaba por detrás de los manglares.
DECISIONES FAMILIARES
Lacedonia no quería aprender los secretos domésticos que toda criatura debe saber para su buen dominio. Se obstinaba en abanicarse todo el día y dejar que las decisiones minúsculas fueran interpretadas y ejecutadas por su gemela Pitonia. Pasados los años, cuando hubo de decidirse el futuro familiar, lo más atinado fue cambiar los planes instruidos desde los nacimientos: Pitonia se erigió en dueña de casa y Lacedonia asumió la dirección de la compañía de pantallas y abanicos que tan buenos aires y sustento le dieron siempre a la familia.
SANAS INTENCIONES
Si yo dominara el arte de arañarte. Si yo tuviera el deleite de morderte. Si yo gozara de las delicias de triturarte al vaivén de mis mandíbulas, sería un buen felino. Como todo esto no me es posible, te dejo aquí escrito la osadía de mis sanas intenciones.
NOCHE AFRICANA
Fuimos a ver a Cesaria Evora. Una mujer descalza de canto enrevesado. Mi mujer, enloquecida. Yo prefiero una Rinaldi. Al salir, comida en Os Lumumba. El tinto era excelente. Cuando terminamos, llovía. El aire estaba denso. La noche venía compleja. Se cortó la luz, finalmente. La ciudad se afantasmaba. En el auto que nos traía, el chofer llevaba colocado un disco de Evora. Mi mujer, enloquecida. Esta es una noche africana, me decía. Yo veía todo negro.
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