El escritor [Parte 2] de César Augusto Luna - /K/rtones

EXCLUSIVA PARA REVISTA LA FÁBRI/K/ / 20 DE JUNIO 2020 

Espacio de escritor

El escritor (continuación)



Era el momento de enfrentar la verdad esperé hasta que trasladaran su lacerado cuerpo a la morgue de la ciudad. Luego, me dirigí a mi apartamento para leer el material que había sustraído de sus manos. Era un material comprometedor e intrigante. En él se reflejaba la descripción de varios planes de asesinato en la ciudad y en algunos pueblos del país. Y todos esos homicidios formaban parte de la primera plana de los periódicos de los últimos meses. 

Detallaba la forma en cómo estaba planificada la muerte de cada víctima. Además, describía a los últimos que aparecían en la lista negra, quienes eran la directora del periódico, la mía y la de un sujeto desconocido. Fue entonces que pude responderme a las preguntas. 

¡Infelices! Los escritos indicaban que la muerte de Tania Sagastume iba a ser frente a sus raíces, a las cuales tenía mucho tiempo de no contemplar y esa savia de ausencia se escurriría por todo su bello cuerpo. Pero que su mayor obsequio era aparecer en primera plana del periódico; y así fue. 

Los diarios oficializaron su muerte con páginas llenas de lágrimas y consternación que reclamaban justicia nacional por femicidio y muerte de la Princesa de la Prensa, como la bautizaron.
Cada una de las casas editoriales explicaba la desolación en la que estaba envuelto el gremio del periodismo nacional e internacional, al morir la Princesa de la Prensa,  dejando entrever el dolor que sentía cada individuo que la conocía. El Presidente anunció luto nacional por tres días en honor a Tania Sagastume, quién se había convertido en un personaje del pueblo, pero era un espejo para derramar las últimas lágrimas del dolor y cubrir el espectáculo oscuro que asfixiaba al país. 

Porque hay límites entre el bien y el mal que no se comprenden; sin embargo, no todas las personas son afortunadas para vivir esa diferencia de conciencia que destruye la frontera del alma y la razón, y que permite a otros  disfrutar un poco más del tiempo de existencia.

Me limité a no hacer comentarios. Oculté el dolor en mi desolado corazón. Luego, me dediqué a analizar las nubes oscuras que encontré en los manuscritos que había consignado; revelaban el camino de la muerte para muchas personas, producto de una ideología diferente a las consignas de paz, amor y libertad por la que tantas personas luchaban todos los días, para alcanzar ese pan de la esperanza que los fortalecía.

Bajo los pétalos de la luna, imaginé el iter críminis  de todos los delitos descritos en los planes y descubrí que el autor de las muertes seguía una clave para consumar sus tragedias. Sin embargo, su alma estaba sucia, manchada con la sangre de tantas víctimas que cayeron en su trampa; y no podía permitir también caer en los malignos juegos de la bestia que buscaba satisfacer su sed de violencia, utilizando la vida de otros en su destino de terror. 

No pude dormir pensando que yo era el siguiente en la lista negra; el documento decía que: “Fernando Porras morirá como un trompo antes de bailar con su inspiración, entre las manos de los hijos de un árbol, viendo caer la luna roja en el horizonte de sangre.” El viento frío hizo tregua con la lluvia, y se esparcía por las calles el sonido fúnebre de las gotas de agua. Las cortinas se movían como una dama moviendo la cintura, y la ciudad se fue quedando dormida al compás de los segundos que marca el reloj de la muerte.

Al despertar, recordé que era el día establecido por José Beltrana para  la presentación de mi  libro de poesía; procuré vestirme adecuadamente, aunque por la misma preocupación, no me vi en el espejo para acomodar detalles. Todo estaba preparado para el evento. Únicamente le había indicado al editor que dedicara mi obra a Tania Sagastume, la mujer de cálido abrigo y Princesa de la Prensa. 

Salí del apartamento con un caudal de pensamientos que destruían mis sueños. No creí que aquel día tan lleno de ilusiones por mi nuevo trabajo se convertiría en la nube gris de mi vida. Tomé mi auto y me dirigí al sitio donde se desarrollaría el evento. 
Saludé a los presentes e iniciamos la presentación de la obra. Aunque por dentro, lo que más deseaba era salir huyendo como un cobarde; pero vino a mi mente el recuerdo de la muerte de Tania y me dio fuerzas suficientes para quedarme a descubrir los misterios de la vida. De mirar a los ojos al asesino. De pronto, sentí en mi cuerpo una sensación oscura como una advertencia milagrosa recorriendo la piel del alma, cuando leí el título de mi libro: “Luna Roja en el Horizonte de Sangre.” De inmediato vino a mi mente la frase persecutora cubierta con flores amarillas sobrepuestas en los manuscritos del inventor de la muerte. Como una candela mis sueños se derretían en las manos fogosas de la trampa del asesino. Era evidente que se encontraba en el mismo sitio que yo. Sentía su voz amenazante, su aliento putrefacto, su asqueroso deseo de consumar sus crueles planes. Morir entre los hijos del árbol que eran las páginas del libro, mi libro de sangre. Eso había planeado. Era el día final de mi vida y lo gritaba en mis adentros, pero nadie me escuchaba. Nadie entendía los mapas de mis gestos, los laberintos de mis lágrimas. Solo yo, solo él y sus consignas.

No pude hablar. La pesadilla me envolvió en sus negros juegos cuando observé al mismo sujeto de la oficina en el nivel superior del salón. Me miró detenidamente, anunciándome la muerte con ternura. Calculaba el nivel de palpitaciones que reflejaba mi corazón. Sonrió como quién ha logrado su máximo objetivo, pero con un cuchillo insertado en el interior del alma que sufría la última gota de existencia. 

Quería salir huyendo, pero no podía; deseaba que fuera un sueño donde se despierta antes morir, pero era mi realidad. Era el camino que había elegido para vida. Era mi destino establecido en la secuencia universal y no podía cambiarlo. Quería ser escritor y esas eran las consecuencias. No era yo el arquitecto del tiempo y la consciencia; yo solo era parte de la página del libro celeste, mas no el autor de esa preciosa obra.

El hombre descendió por las gradas lentamente y pude ver como mi vida descendía en cada paso que daba por los escalones. Se acercó a la mesa para pedir un autógrafo en forma de camuflaje y murmuró la frase que me agobiaba y me perseguía. La frase que no quería escuchar a pesar de todo, pero que sabía iba a decir sin pensarlo tanto.

-La vida o la muerte, señor escritor –dijo con una voz de triunfo.

Firmé el libro con las manos sudorosas, y con mucho esfuerzo, lo vi a los ojos que brillaban con tranquilidad, mostrando la ventana de la muerte en todo su esplendor. Con las pocas fuerzas que tenía de estar frente a él, porque sabía lo que buscaba, pregunté del por qué tanta muerte planificada para nada, y solo me sonrió, diciendo con una voz sigilosa que me hizo meditar.

-Hay personas que merecen conocer el mundo del que tanto hablan –me expuso con destellos escarlata en su mirada-, y existen otros que solo deben morir porque así ha sido establecido para que algunos alcancen sus azules sueños de poder.

En ese momento, no comprendí con exactitud aquellas palabras que pronunció el asesino, ni concebí en mi mente humana una filosofía tan oscura como la que el sujeto me decía. Pero, estaba claro. El mundo muchas veces le pertenece a pocas personas que se adueñan de los sueños de los que viven prisioneros con la estafa de la libertad. Y el objetivo del asesino era contribuir con lo que el sistema le solicitaba para equilibrar el alma de las sociedades a cambio de retribuciones primitivas.

En medio de tantos pensamientos y confusos laberintos, tomé un libro y lo llevé a mi corazón con un amor tan grande que encuentra consuelo en los hermosos sueños bajo la luz de la humildad, mientras escuché su voz agitada para que no lo hiciera. Pero, solo pude observar su mirada llena de mil colores extraños enrollándose en mi cuerpo hasta dejarme caer al piso y el peso de la muerte se alzó sobre mí como un bulto pesado. Una nube de luces caía sobre mi cabeza, despedazándose al roto sonido de un aguacero de proyectiles que brotaban del techo, las cuales fueron activadas al levantar los libros que estaban sobre la mesa. Pero al mismo tiempo, como una extraña sorpresa, el persecutor se arrojó sobre mí, convirtiéndose en mi escudo y la lluvia de proyectiles lo adornaron de sangre hasta caer al piso quedando herido de muerte. Lo demás no pude recordarlo. Solo me vi en el hospital recostado en una camilla, trenzando la iluminación de un respiro complicado para poder sobrevivir.

-Tuvo suerte, señor escritor – me dijo la enfermera-. Creo que usted tiene un ángel que lo protege desde el cielo.

No quise ahondar en detalles ni preguntar. Apenas podía pensar y lo que más deseaba era respirar. Luego, la enfermera me señaló al individuo que estaba frente a mí y que había perecido, dejando la huella de su sombra en el camino de muchas vidas.

-El que lo quiso matar, lo salvó –expuso con un gesto hermoso-. ¡No todos tienen esa dicha y bendición! ¡Se salvó de milagro, querido escritor! –Me dijo, exteriorizando en sus labios una tierna sonrisa que confirmó mi existencia.

Al reponerme de las lesiones, descubrí que el autor de las constantes tragedias decidió no asesinarme en el último momento de su vida, porque en su corazón sintió que él también era un esclavo de los que no quieren que los sueños de la mayoría de las personas se cumplan y se creen los dueños del mundo porque la historia así lo ha descrito, y buscan las formas adecuadas de mantener sus propios sueños. Lo descubrió tarde, pero lo hizo. Aunque ya la última canción de su hazaña se quemaba en los tizones de la sombra. Los periódicos encabezaron sus planas con títulos exquisitos que rompieron la calma en la ciudad y derramaron un poco de conciencia sobre la realidad que fragmentó las reglas del sistema.

Volví a casa y contemplé la fotografía donde posaba junto a Tania Sagastume, la mujer que me abrió las puertas a un mundo lleno de puñaladas, tan crueles y violentas, pero con el resplandor místico de derrocar el murmullo cobarde de la muerte con el canto de victoria que inspira la existencia de un milagro en plena crisis espiritual. Pero que me enseñó a enfrentar a los secuestradores del mundo con el poder de la palabra.

Escribí un poema y lo coloqué junto a una foto de recuerdo, perfumado con mi llanto. Luego, enterré aquellos documentos que habían dejado huellas amargas en muchas familias y en mi propia vida. Dejé que los gusanos de la tierra se comieran aquel arte de matar, contemplando el cementerio donde moraba la última gota de conciencia del asesino que me hizo sobrevivir. Mi corazón no comprendió el extraño milagro. Pero tengo toda una vida para averiguarlo. Para descubrir los cantos sembrados en el vientre del destino de mi vida y que no pueden callar mi voz que enseña que los sueños deben permanecer como los cantos que estimulan la esperanza, para dejar de ser esclavos y prisioneros en la patria esclavizada por corruptos y ladrones, que se comen la justicia y acallan nuestras voces con el método del exilio o la expiración.

Fin.

***


César Luna también ha participado recientemente en nuestro Primer Concurso de Microrrelato Virtual y obtuvo una mención honorífica; recuerden que pueden leer ese y todos los cuentos en el enlace: https://bit.ly/Microrelfab.



Cesar Augusto Luna Ortíz

Cesar Augusto Luna Ortíz | Ipala, Chiquimula Guatemala

César Augusto Luna Ortiz es maestro, poeta y escritor guatemalteco. 
Egresado de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Ha publicado seis libros: Nostalgia Angelical, El Ratero de la Libertad, Frescura de Amor, El precio de los Sueños( Cuentos premiados en certámenes literarios nacionales, Editorial Artemis Edinter, 2017); Las huellas del destino (Poemas premiados en certámenes literaios nacionales, Artemis Editner , 2018). 
La Habitación del Ser (Pequeña Ostuncalco Editorial, 2019). 

Su libro El precio de los Sueños fue finalista en el Festival Internacional Savannah, Georgia, Estados Unidos, en octubre de 2019.

Ha sido ganador de 85 premios literarios a nivel nacional e internacional, 43 en verso y 42 en prosa. 

Es Maestro Homenajeado por la Asociación Magisterial Sanjuanera. Ha trabajado como docente en diferentes instituciones educativas en Guatemala.


REVISTA LA FABRIK

Comentarios